martes, 25 de septiembre de 2007

Por un desafío


A sus dieciséis años de edad, Andrea era muy valiente, pues todas sus amigas y amigos le tenían miedo simplemente a todo. Ella a pesar de todo los hermanos que tenía, que por lo demás eran ocho, nunca se acomplejó por nada y quizás eso hizo la diferencia.
Un día esta joven niña fue sorprendida por sus amigos, los cuales le propusieron un desafío, tras lo cual le prometieron que luego sería la líder y la más respetada del grupo.
Sus amigos pensaron por un rato y decidieron por fin, que: iría a pasar una noche y un día en el abandonado cementerio del lugar; pero para estar allí sólo debía llevar una linterna, dos pilas extras, un pan, dos frutas y toda el agua que quisiera llevar. Con esto debía sobrevivir las 24 horas.
La niña sin ningún problema aceptó. Les dijo algunas mentiras a sus padres con la ayuda de una amiga y la madre de ésta. El día sábado 11 de agosto a la una de la tarde partió como estaba presupuestado. Al llegar allá, Andrea no sintió miedo, además, sus amigos la esperaban allá para que no se sintiera tan sola.
Cuando dieron las ocho de la tarde sus amigos Pablo, Felipe y Juan se iban a sus casa, pues ya era tarde para estar ahí, pero se comprometieron de ir a buscarla al otro día a la una de la tarde en el mismo lugar donde la dejaron.
Andrea comenzó a caminar para buscar un sitio en donde dormir y en ese entonces encontró un gran sepulcro en el cual se refugió entre unos pasillos.
Llegadas las doce de la noche una campana sonó y despertó a esta niña que de un salto se paró, prendió la linterna y miró, no oyó nada, hasta que algo le rozó la espalda. Cuando miró atrás había una silueta de una pequeña niña, era de un color verde y no tenía sombra alguna. Se quedó mirando aterrorizada, de pronto muchas más de aquellas imágenes la comenzaron a rodear solamente a ella. No sabía que hacer ni que pensar; además, eran ilustraciones de todos los tamaños y parecían de toda edad. Aunque aterrorizada por lo sucedido Andrea se dio cuenta que la miraban con cariño y no la querían dejar.
De pronto, algo cerró la reja, era otra silueta. Con esto la niña se dio cuenta que jamás la dejarían ir.
Transcurridas unas horas las pilas de la linterna se comenzaron a agotar, disminuyendo la luz que hacía más tétrica la situación. Ella sólo quería estar viviendo una pesadilla y despertar acostada en su cama.
El otro día llegó y esperanzada al ver al luz del fondo del pasillo, intentó huir, pero le fue imposible zafarse de los espíritus que con ella estaban.
Andrea tenía mucho miedo, hambre, sed y frío, pero aún guardaba una esperanza “sus amigos”, ellos debían ir por ella a la una, como lo habían acordado.
No se sabe lo que ocurrió con ellos, pero Andrea no los volvió a ver y triste creyó que todos se habían olvidado de ella. No llegaron ese día, ni al otro, ni al siguiente, cada día le parecía una eternidad y cada noche era un tormento. Pasaron semanas y semanas para ella y nadie aparecía.

La verdad es que pasaron dos semanas y media, desde el día de la apuesta y no pudiendo resistir, Andrea falleció, convirtiéndose en una más de los habitantes de ese lugar.

Hace tres años se halló un esqueleto y aunque sólo eran huesos se presume que pertenecían a Andrea. Todos suponen la causa de su muerte; unos dicen que fue por hambre, otros de frío, de pena, sed o miedo; pero en realidad, sólo Andrea sabe el motivo de su muerte.
Cuentan que el día 11 de cada mes ella sale de ese lugar y recorre diferentes sectores de Coronel, aunque esté ya modernizado y dicen que busca a Pablo, Felipe y Juan. Curiosamente los 11 ó 12 de cada mes se desaparece un hombre y lo que lo hace más sorprendente es que lleva el nombre de alguno de ellos.
Si usted conoce a alguien que lleve alguno de los nombres y quiere seguir viviendo, no se acerque a ellos este sábado 11 de agosto, pues dicen que Andrea y sus amigos verdes atraparán a las personas que lleven cuyos nombres y a quienes los acompañen, y que, no hagan compromisos para el domingo 12...






Yesenia Cisterna

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